jueves, 21 de febrero de 2013

Dignidad

Queridas princesas y principesos:
Me crié en un colegio de curas. Un colegio que a pesar de ser concertado se caía a trozos y tiene unas instalaciones que dejan mucho que desear. Pero era mi sitio especial, y no lo cambiaría por nada del mundo.
Durante 3º y 4º de primaria, iba a darnos religión uno de los mejores hombres que puedo recordar; el padre Serafín. Él tendría que haberme dado mi primera comunión, pero por desgracia, murió las navidades anteriores a que yo la hiciera, así que me la dio el padre José.
Os cuento todo esto porque me acuerdo que en 3º de primaria, el padre Serafín, un día nos dijo que levantase la mano aquél que estaría dispuesto a cambiar su vida por la de un niño de África. Me acuerdo de que se hizo un silencio sepulcral. Empecé a levantar la mano, pero a medio camino miré a mi alrededor; nadie la había levantado. Me dio una vergüenza terrible, así que tan despacio como la estaba subiendo, la bajé.
Es curioso que me acuerde ahora de eso, pero más curioso me resulta darme cuenta de que quiero cambiar mi vida desde antes de lo que pensaba. Que me iría bien lejos desde que tenía 7 añitos, que soy suficientemente cobarde como para callarme una de las preguntas más interesantes que me han hecho en mi vida, y que soy suficientemente... no sé si idiota o caritativa como para 'darle' la oportunidad de tener una vida digna y llena de comodidades a un niño que lo está pasando mal y que no sabe ni que existo.

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